Aprovechamos la publicación en estos días de la noticia del que se ha llamado tercer trasplante de pene llevado a cabo por la Clínica Jonhs Hopkins de USA para hacer algunas reflexiones sobre este tema.
Un poco de historia:
En primer lugar, hay que aclarar que no es exacto decir que se trata del tercer trasplante de pene, es el cuarto. El primer trasplante de pene se realizó en el año 2006 en China. Inicialmente fue bien pero, debido a que el paciente no aceptó psicológicamente tener el pene de otra persona hubo que amputarlo.
Posteriormente, se han realizado trasplantes de pene en 2014 en Sudáfrica y en la Clínica Massachusetts General Hospital de Boston, USA.
En Sudáfrica el trasplante se realizó a consecuencia de infecciones sucesivas y otras complicaciones surgidas de una circuncisión y en el MGH de Boston se realizó como consecuencia de una amputación por cáncer de pene.
En este caso, el trasplante llevado a cabo de pene, de parte abdominal y del escroto es consecuencia de una mutilación sufrida por un veterano del ejército de Estados Unidos en la guerra de Afganistán.
El dilema:
Este suceso nos produce sentimientos ambivalentes, por una parte, nos alegra y nos impulsa a seguir mejorando nuestras técnicas quirúrgicas de cara a ayudar a nuestros pacientes y creemos que es una vía y un paso importante para poder lograr éxitos en el futuro, pero por otro lado, pensamos que hay otras soluciones no tan agresivas como un trasplante de pene para ayudar a estos pacientes.
El inconveniente que plantea el trasplante de pene es que el paciente que lo recibe necesita una inmunosupresión. La inmunosupresión es un tratamiento muy agresivo con corticoides y con inmunoterápicos que provocan una alteración en la inmunidad del paciente que favorece la aparición de tumores e infecciones. Además, va provocando un desgaste y un deterioro sistémico de todo el organismo en general.
Hay otras opciones:
Hoy en día se pueden realizar neofalos con tejido del antebrazo, de la pierna, o del dorso del abdomen que quedan estéticamente muy bien, gracias a lo que el paciente recupera la sensación de normalidad, desaparece la impresión de mutilación y, logra incluso orinar de pie. A estos neofalos se les puede además implantar una prótesis de pene, de manera que el paciente puede mantener relaciones sexuales.
Los pacientes que se han operado han requerido de varias intervenciones, pero todo ellos nos han manifestado que se volverían a operar si estuvieran en las mismas circunstancias.
El debate continúa abierto:
Por lo anteriormente expuesto, cuestionamos la necesidad de un trasplante cuando tenemos otras técnicas quirúrgicas que están consiguiendo buenos resultados tanto funcionales como estéticos y psicológicos en nuestros pacientes, sin tener que recurrir a la terapia inmunogénica.
No obstante, desde aquí, felicitamos a nuestros amigos de la Jonhs Hopkins por su éxito ya conocido y celebrado en Lisboa en el Congreso de la ISSM.
Continuaremos trabajando y debatiendo qué camino seguir si el trasplante o la realización de neofalos con tejido del paciente que nos ahorra la inmunoterapia con sus adversas consecuencias futuras.
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